“Un mandamiento nuevo os doy: Que os aaméis unos a otros; como yo os he amado, que también os améis los unos a los otros”. Juan 13 34
Hoy para los creyentes celebramos la resurrección de Jesucristo (y con ella la culminación de la Semana Santa) el cual venció a la muerte y triunfó sobre el pecado.
El afán de este artículo muy diferente a los temas que escribo es simplemente el de reflexionar sobre nuestras conductas en el día a día con nosotros mismos y con los demás.
En la cuaresma, muchos creyentes se preparan para recibir la Pascua haciendo actos como signos de conversión interior tales como el ayuno, limosna y oración. También se viven rituales o tradiciones que se han vuelto familiares en nuestras culturas como el de evitar comer carne (por respeto) por ejemplo.
Es una preparación muy hermosa, sin embargo, queda en cada uno reflexionar sobre cómo se prepara y cómo actúa el resto del año con el prójimo y consigo mismo.
Sin llevar al tema religioso, pero son nuestras acciones los que nos llevan a nuestros resultados y todo empieza desde la calidad de nuestros pensamientos y creencias que tengamos, por lo que es de mucha importancia tener bien claro y definido cómo pensar y en qué creer. Conocernos cada día más y tener propósitos definidos para que nuestras acciones diarias vayan alineados con ellas, sabiendo que aportarán en la vida de los demás como en la de nosotros mismos. Eso es lo que tenía muy claro nuestro Salvador Jesucristo desde siempre; vino a amarnos y a salvarnos y todas sus acciones fueron enfocados a sus propósitos bien definidos y dejó su granito de arena en este mundo para que podamos reflexionar a pesar que tengamos los problemas que estemos pasando, con fe y con acción podemos salir adelante si realmente lo anhelamos.
Que el día de hoy, tengas la dicha de pasar en familia, con tus seres queridos, de vivir las tradiciones familiares y que compartan tiempo de calidad sin olvidar de agradecer a nuestro padre celestial, por todas las abundantes bendiciones que hemos y que recibimos todos los días de nuestras vidas.
Que Dios los bendiga y los proteja siempre. Les deseo una extraordinaria vida y no olvides:
¡Conviértete en la mejor versión de ti cada día!
