“Del asombro sale el pensamiento” - Platón
Cuando somos niños, tenemos una facilidad maravillosa de asombrarnos por cualquier cosa. Nuestro nivel de curiosidad es alta, haciendo que nuestros juegos sean muy divertidos al utilizar nuestra imaginación y creatividad en ellas.
Sin embargo, a medida que crecemos y nos convertimos en adultos, ese asombro lo empezamos a perder, es decir, dejamos de lado a nuestro niño interior; al niño/a que llevamos dentro.
Pero ¿por qué lo perdemos? No entraré en muchos detalles de los posibles factores puesto que cada persona vive una situación diferente, pero lo más común es que empezamos o permitimos “contaminarnos” con ciertos parámetros impuestos (desde la familia o la sociedad) llenos de creencias que nos pueden llegar a limitar, lo que evita explotar nuestro potencial al querer encajar o cumplir con dichas creencias.
No sé si te pasa a ti, pero yo estoy viendo ahora más niños que ya no tienen la inocencia ni ese poder de asombro que antes teníamos a cierta edad. Algo está pasando, algo estamos haciendo mal y no lo estamos analizando con responsabilidad.
Cultivar en el ser humano la curiosidad, el asombro y el juego, es responder a su necesidad natural, así como es facilitar su aprendizaje. No podemos permitir hacerle eso a nuestros hijos y algo muy importante: no seguir permitiéndole hacer a nuestro niño/a interior.
“No existen cosas como tales como límites al crecimiento, porque la capacidad humana de inteligencia, imaginación y asombro no tienen límites” - Ronald Reagan
Todas las personas somos buscadores y exploradores activos desde que nacemos, con el fin de conocer cómo funciona el mundo que nos rodea y la información que nos proporcionan los sentidos. Es un impulso natural e interno que actúa por tanto como motivación intrínseca, pero que también se ve influenciada por el exterior.
Al momento que a un niño lo limitamos, le dejamos de responder, le decimos que algo no se puede hacer (sin ni siquiera intentarlo), le cortamos las alas a su imaginación, los estamos apagando desde pequeños y eso es lo que a los adultos nos pasa; que ya nada nos asombra, estamos más preocupados del que dirán, nuestra creatividad e imaginación es baja, y somos menos felices de lo que éramos jóvenes.
Al leer dirás que cuando éramos niños no teníamos obligaciones y por ende la vida era más fácil. Si lo pensaste de esa manera, te invito a que reflexiones por todo lo que has pasado y en qué momento dejaste de sorprenderte y pregúntate también: ¿De quién depende seguir o dejar de sorprenderte y de asombrarte?
Beneficios del asombro
• Altera nuestra percepción del tiempo
• Reduce la impaciencia
• Nos conecta con el momento presente (aumenta la satisfacción de vida)
• Nos ayuda a ser más creativos/as
• Aumenta la capacidad de compasión y gratitud
• Fortalece a la inspiración
Jesús dijo: «Os aseguro que, si no volvéis a ser como niños, no entraréis en el reino de los cielos». Yo quiero interpretarlo que, sin importar la edad que tengamos, no permitir que se nos lleven toda nuestra inocencia, no dejar de asombrarnos hasta por la cosa más “insignificante” como escuchar un pájaro cantar, y disfrutar y compartir con los demás, tal como cuando éramos niños.
Estoy seguro que si reflexionamos sobre nuestro comportamiento actual como adultos, y recordar que fuimos niños y que podemos aprender mucho de ellos, pudieron mejorar cualquier situación que estamos viviendo, puesto que el adulto tiene algo que se lo ha ganado con el tiempo: la experiencia, solo que dicha experiencia no debe ser una militante para dejar de sorprendernos.
No olvides: no pierdas la capacidad del asombro, porque el día que lo empiezas a perder, es el día en que empiezas a envejecer.
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¡Que tengas una extraordinaria vida!